La cirrosis es un diagnóstico histopatológico. En cambio, la hipertensión portal es un diagnóstico clínico y hemodinámico. La determinación del nivel de obstrucción al flujo sanguíneo hepático es necesaria para poder interpretar mejor los hallazgos clínicos y planear la estrategia terapéutica. La hemodinamia portal consiste en la medición de presiones en las venas suprahepáticas con un catéter balón mientras éste se encuentra libre dentro de la vena (presión suprahepática libre) y con el catéter enclavado en el extremo distal del sistema venoso (presión suprahepática enclavada). Esta última también puede registrarse con el balón insuflado. La presión enclavada es el registro de la transmisión pasiva de la presión portal a través de los sinusoides hepáticos, de manera similar a la medición de la presión enclavada pulmonar, transmitida desde la aurícula izquierda. Mediante la medición de las dos presiones y el calculo del gradiente entre las mismas, la hemodinamia portal diagnostica el nivel de la obstrucción (presinusoidal, sinusoidal o postsinusoidal). De ser necesario se miden además las presiones intracardíacas y se determina el volumen minuto por termodilución, confirmando en algunos casos la causa cardíaca de la hipertensión portal. El gradiente de presión mayor a 12 mm Hg define a la hipertensión portal con alto riesgo de sangrado por várices esofágicas. Además de la medición basal de las presiones es habitual el testeo de drogas vasoactivas para tratar de reducir el gradiente y la presión suprahepática enclavada. Entre las drogas más utilizadas se encuentran el propanolol y el mononitrato de isosorbide.